Alberto Greco (1931-1965) establece la ecuación arte-vida y reivindica la actitud vital del artista en la significación de la obra de arte. Según proclama su manifiesto, el arte vivo busca el objeto pero lo deja en su lugar, no lo transforma ni lo lleva a la galería de arte, terminando así con la premeditación que significa la muestra.
Comparto la necesidad de confrontar la obra con elementos vivos de la realidad: ámbitos populares, personas comunes, no entendidas. Creo que el contexto donde se exhibe una obra puede completarla. Frente al vernissage, entendido como evento de reconocimiento y socialización, destaco lo que se produce al margen. Prefiero la casualidad del encuentro con las obras, que los espectadores salgan del estatismo y cobren vida. De esta forma, se generan otros cruces, la acción de mostrar se vuelve performance.
El sujeto construye la obra. Si está en una sala es de una manera, si está en un museo es de otra. Los factores espaciales condicionan la obra y su percepción. Trabajar sobre esas alteraciones es importante en mi trabajo, cuyo desafío es impregnar dicho contexto de conceptos, ideas, crítica, materia y forma, compartirlos con su entorno y su comunidad. Es mi manera de volver posible la aventura de lo real.
Por otra parte, encuentro en la Naturaleza un punto de partida y llegada, de inspiración y reflexión, e inquietudes que comparto con la ecología y la sostenibilidad, de ahí mi fuerte afinidad con las temáticas ambientales.