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Mientras el hombre no está

Los bosques son uno de los grandes recursos naturales de la Tierra. Hablamos del “árbol de la vida”: los bosques son fundamentales para sostener la vida en nuestro planeta. Además de albergar el 80 % de la biodiversidad terrestre, proveer de bienes y servicios esenciales, ambientales, sociales y económicos para el ser humano, son también un espacio de contacto emocional, cultural y espiritual. El vínculo entre los hombres y los árboles se han mantenido en las diferentes culturas bajo ritos religiosos, tradiciones folclóricas, lenguaje y literatura.

A pesar de que fue nuestra primera casa y el primer templo de la especie humana, la sociedad urbana ha ido rompiendo los lazos ancestrales que tenía con la naturaleza, pero las tradiciones y la literatura han mantenido este imaginario forestal. El interés moderno por conservar los bosques es una pulsión natural de la lógica de antiguos ritos arbóreos y de ser conscientes de que ellos son una extensión de la vida. El bosque sagrado de ayer es hoy una reserva de la biosfera, un patrimonio natural o una zona protegida. Lo desconocido, la violencia, la sexualidad, lo excluido, lo otro, que constituían las sombras del bosque, hoy representan los peligros que trae aparejado el hombre y la destrucción que a su paso genera, producto de la ambición desmedida, la desconexión de sus raíces en su faceta más decadente y siniestra.

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